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Sin reservas, pero con mil y un dólares

Soja, Qatar, Coldplay, Tecno, Pyme…todos nombres para referirse a una misma cosa: el dólar y valores que van desde el “básico” de $145 a los $315. Casi 70 años más tarde, la pregunta retórica de Juan Domingo Perón frente a la multitud reunida en el Día del Trabajo: “¿quién vio un dólar?” y siete décadas de inflación constante, ya nadie desconoce el formato del billete norteamericano e incluso muchos precios locales se fueron nominando en esa moneda (propiedades, autos de alta gama, turismo regional y local, etc.).

Pluralidad. Sin embargo, la pregunta ahora no es si se vio o no un dólar sino a cuál de todos se refiere. Es que al fragmentarse el mercado cambiario al inicio de la pandemia con el control de cambios se naturalizó una brecha entre el valor en el mercado “oficial” (eufemísticamente denominado Mercado Único y Libre de Cambios -que no es ni único ni libre-) y el abanico de alternativas que ofrece el mercado financiero (MEP o “bolsa”, contado con liquidación, “blue”, etc.).

La diferencia de los diferentes “tipos de cambio” que se vienen anunciando (a veces, incluso, se queda en una conferencia de prensa, pero sin correlato con normas pertinentes) es que el dólar sigue siendo un único valor de referencia, pero se le agregan impuestos (en este caso, para las importaciones de bienes o servicios), se juegan con las retenciones a las exportaciones o bien se libera un cupo de la exportación para negociarse en el mercado financiero.

Las conocidas dificultades en el mercado cambiario se pueden visibilizar a través de tres variables clave: el atraso del tipo del dólar oficial, la brecha cambiaria con los demás y el nivel de reservas netas. Un monitoreo que se simplificaría de unificarse el mercado, algo pedido reiteradamente por los economistas del Fondo Monetario Internacional pero que es resistido por el ala mayoritaria de la coalición gobernante y no por un capricho ideológico. Un sinceramiento del tipo de cambio aliviaría casi instantáneamente las tensiones generadas a raíz de la escasez de divisas y los sucesivos parches para limitar su demanda, tanto para importar como para operar en el mercado financiero. Dos viejos conocidos: cepo y control de cambios.

Prórroga. Son muchos los economistas que, como Federico Pablo Vacalabre, profesor de la UCEMA, ve la corrección del tipo de cambio oficial como inevitable. “Salieron estos tipos de dólares diferenciales y desdoblamiento que era lógico que aparecieran luego del surgimiento del dólar soja. Todos los sectores exportadores piden ‘su’ dólar y para no devaluar se cede, pero también se va restringiendo la demanda poniendo más impuestos en la conformación de ‘otro’ tipo de cambio importador”, detalla. A esta observación, añade que como el dólar en el mundo se va depreciando y la Reserva Federal (FED, una suerte de Banco Central de los Estados Unidos) subió la tasa de interés y anuncio que seguirá con esa política hasta septiembre de 2023, el dólar se seguirá apreciando en el mundo. “Eso mete mucha más presión para forzar una devaluación, pero ante negativa, tampoco se podrá realizar una necesaria corrección de precios relativos e incluso se genera más confusión y distorsión con los distintos tipos de cambio”, concluye.

Funcionamiento. Sebastián Menescaldi, director asociado de la consultora Eco Go, ve en este intento un riesgo. “Estamos poniendo muchos múltiples precios: se restringe así la demanda, pero no se amplía la oferta o aumenta el crédito para aliviar la presión al mercado cambiario. Pero pronto se van a empezar a filtrar esos segmentos del mercado: el que no liquida porque considera que el precio puede mejorarse o el que te pide demás previendo un encarecimiento posterior. Cada vez se inventan cosas más sofisticadas para arbitrar entre uno y otro sector del mercado”, explica.

Para Francisco Gismondi, director de Empiria Consultores, los tipos de cambio múltiples terminan generando más restricciones y más variantes. “Es algo que no funcionó nunca ni en Argentina ni en el mundo. Pero es lo que le queda al Gobierno hasta el final de su mandato. Con más restricciones, los tipos de cambio más libres van a aumentar y así, la brecha no va a bajar. Con restricciones como estas puede mantenerse un equilibrio precario por mucho tiempo, pero con cepo la economía no podrá arrancar”, explica. Además, señala que, como buena parte del dólar soja fue por adelanto de exportaciones que se iban a liquidar en octubre, noviembre o diciembre, ahora vendrán meses difíciles para las reservas, con el alivio de las remesas de los organismos internacionales.

En el informe de la IERAL, las dos variables clave para seguir de aquí a fin de año son la compra-venta neta de divisas del Banco Central en el mercado de cambios, “por el riesgo de un persistente deterioro del nivel de reservas luego del pico de mediados de octubre” y el grado de abastecimiento que se registre en los diversos mercados de bienes (dado el cepo importado), “tanto por el efecto que esto pueda tener sobre el nivel de actividad como sobre la evolución de los precios”.

Escenario próximo. Acumular reservas parece ser la consigna, pero no es simple ejecutar la orden. Para Vacalebre, si el Gobierno no lo puede lograr de alguna manera, deberá hacer una devaluación más ordenada. “Creo que están esperando al primer semestre del 2023 para acumular más reservas para tener una posición más fortalecida cuando ingresen las divisas de la cosecha gruesa y allí hacer la corrección cambiaria. Hasta fin de año, sólo les queda aguantar y esperar”, finaliza.

A casi un mes del inicio del mundial de Qatar, el equipo económico apuesta al foco de la atención en la evolución de la “Scaloneta” en el torneo para seguir ganando tiempo. Pero con o sin goles del equipo de Messi, analistas y auditores del Fondo estarán monitoreando la suerte de todas estas piruetas para evitar lo que parece inevitable: una devaluación. A juicio de Menescaldi, las variables clave a seguir serán:

Reservas netas del Banco Central (que no caigan mucho, pero el año 2023 hay mucha demanda de dólares (se parte con la cuenta en -US$ 8.000 millones y la necesidad de acumular US$ 4.500 millones según lo comprometido con el FMI.

Deuda en pesos: viene por el lado del refinanciamiento de las letras y pasivos remunerados; que podría generar más brecha y más inflación.

Es lo que los economistas llaman el “riesgo de transición” y que se podría descontrolar si empieza a haber problemas de renovación con los vencimientos y el Gobierno tiene que poner una tasa de interés demasiado positiva, generándose así una bola de nieve muy difícil de parar sin medidas drásticas o una gran crisis. O con lo que insiste el economista Carlos Melconian: el ministro de Economía no puede ni quiere ser Pep Guardiola (el exentrenador del mítico equipo del Barcelona) sino Carusso Lombardi (un DT especializado en salvar a equipos del descenso). “Pero para hacer de Carusso hay que trabajar para conseguir los puntos -logros- sino la tarea no sirve”, advierte.

Mientras tanto, a cada necesidad un derecho y a cada demanda, un dólar. La enumeración podrá ser infinita pero la realidad, como recordaba el General, es la única verdad: dólar hay uno sólo y lo demás son ropajes para tapar su identidad.

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