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Pedro Saborido: el humor político y la pandemia

Con la pandemia, la ciudadanía ha ido a pasar la mayor parte del día a un mundo distinto: la radio, el celular, las plataformas y las redes sociales. Como si fueran supermercados, los medios se transformaron en góndolas y la política trata de mostrarse ahí como parte de la oferta. Pedro Saborido, guionista de Tato Bores en 1991 y de Diego Capusotto en los últimos años, habla de la producción de humor político en ese nuevo universo. Con ciudadanos convertidos en consumidores y políticos en parte del entretenimiento. Jaulas, alpistes y peceras.

Noticias: ¿Nos reímos todos de lo mismo?

Pedro Saborido: Creo que cada vez tomamos más conciencia de que ese “nos” es demasiado exiguo para ver un montón de sectores y singularidades. No sé si el argentino que vive en Mendoza y el que vive en Villa Fiorito se ríe de las mismas cosas. Creo que hay que pensar más en patrias socioculturales o patrias de consumidores. Es probable que alguien de Almagro se ría de lo mismo que alguien de Barcelona que escucha la misma música o tienen consumos similares. Tendemos a generalizar una especie de voz, de lo que se supone que es una clase media urbana, que es, precisamente, la que consume los productos que dicen que están destinados a todos, cuando, en realidad, están destinados sólo a un sector.

Noticias: ¿Un ejemplo?

Saborido: Lo vimos en pandemia: se le hablaba a un sector acostumbrado a consumir y se le pedía que se quedara en casa, que mire películas y lea tres libros de Julio Cortázar. Ese nos es del que estamos tomando conciencia, porque la diferencias son cada vez más acentuadas. Ahora hay un montón de gente que dice: yo no quiero que se rían más de esto o no quiero que se rían más de nosotros o de nosotras, gente que se anima a decirlo. 

Noticias: ¿Cómo cambió la forma de hacer humor político?

Saborido: Parece que estamos como viviendo en piletas, donde compartimos un líquido tecnológico comunicativo en el que nos entendemos entre nosotros. Hay dos grandes sectores de la política que, a su vez, tienen distintas intensidades: del acuerdo, la militancia o la simpatía. Además, hay otro sector al que es muy difícil hablarle porque quizás ni siquiera le interesa la política. Vos podes decir: hagamos un programa con chistes sobre Macri y sobre Cristina, pero no te asegura nada la equidistancia. Con Tato Bores se empieza a terminar una forma de humor político en el cual estaba el ciudadano y la política. Con Caiga Quien Caiga, aparece la bajada del pedestal del político, ya no hay que aludir ni metaforizar nada porque no me van a prohibir, hago una avanzada y el límite se pierde o lo gasto: le toco el culo a un político, me meto en su oficina y me río con él. Ahí aparece una complicidad. El humor político y el político habitan un mismo espacio, y empieza una confusión. El periodista o el humor forman parte del espacio político y el político empieza a ser parte del entretenimiento.

Noticias: ¿Cómo es hoy esa relación entre el humor y la política?

Saborido: Depende del lugar de pertenencia. Los peronistas hacen chistes con Alberto y Cristina, pero nos reímos entre nosotros y de lo que queremos. El problema es quién se ríe del objeto, no el objeto. Los uruguayos pueden referirse al paisito, pero si lo dice otro es muy distinto.

Noticias: Volviendo a la genealogía, ¿dónde ves hoy esa unión entre política y entretenimiento? 

Saborido: En el confort del consumidor. Hoy el ciudadano y el consumidor empiezan a fundirse. El ciudadano necesita de eso porque hay mucha competencia con “lo entretenido” en su vida. El político tiene que ir a esos lugares donde la ciudadanía a ido a pasar la mayor parte de su día: la radio, el celu, las plataformas, las redes. Y, como si fueran supermercados, los medios se han transformado en góndolas y la política aparece ahí, tratando de mostrar la oferta. El nivel de confort de Google, del delivery, es muy difícil de empatar.

Noticias: También hay confort en ubicarse en un lado u otro de la grieta. Cada quien convive con el informativo en el que cree.

Saborido: ¡Claro! Porque la persona entre informarse y reírse, va a preferir reírse. Se trata de lo que es más gozable. Si puedo cumplir el mandato de estar informado para ser una persona más calificada –dice con ironía–, consumo eso a través de esos dealers de la información. Me doy un saque y estoy preparado. Y, cuando me informo, lo reproduzco. Ese es el combate y la pelea que se está dando. Estamos todo el tiempo cruzándonos esas informaciones y retroalimentándonos como si todos comiéramos alpiste de la jaula que nos metieron. Todos segmentados y cómodos. A mí me encanta que cada uno exprese su singularidad, pero tengamos en cuenta la tensión con lo comunitario. . Necesitamos revisar más lo que nos une y por qué estamos poniéndole mucho énfasis a aquello que nos distingue. ¡Nos fuimos a la mierda!

Noticias: La pandemia acentuó la idea del mundo pantalla o pecera. ¿Hay aguas que se cruzan?

Saborido: Las aguas en común son el dinero y las leyes. No hay quien no necesite plata, el que no la necesita es porque la tiene. Todos tenemos que trabajar y estamos inmersos en una institución, cualquiera sea su gobierno, en la que está permanentemente interpelado su poder, con más intromisiones. Da la sensación de que el Estado tiene sus poderes más interpelados y que quizás venga de los medios: alguien le dice pelotudo al Presidente. No sé, no quedan claras esas reglas de comunidad. Como que alguien dice que no se vacuna, o un empresario podría no pagar sueldos porque las personas no están vacunados. Después tenés que todos quieren ampliar sus derechos. Uno dice: yo quiero ser binario. Y otro: y yo quiero ser racista ¿por qué no puedo? Y… ¡porque está mal!

por Alejandra Dandan y Julieta Scibona

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